Me duele la espalda, hace días que estoy dibujando y es viernes.
Me parece buen momento para tomarme un rato, algo parecido a un recreo. Un respirón.
Les dejo este bonito y sencillo video, de una popular canción de Georges Brassens.
Brassens fue bastante conocido en Argentina durante los sesenta y setenta. Incluso todavía hoy sus canciones alegran fogones y guitarreadas, pero ahora más bien en calidad de anónimo, aunque cada tanto algún artista versiona sus canciones y reconoce el autor. Por otro lado ¿qué más puede esperar un músico popular que pasar a ser anónimo?
Aunque se escuchaba en casa cuando era chico, recién cuando fui mayor empecé a notar su profundidad poética resuelta con palabras simples, su tocante sencillez al cantar la vida del hombre común, de los que dan de morfar en los comedores, de los desamparados, de los que trabajan en la calle.
"Canta a todo lo que es asqueroso y repugnante", se quejaban en su tiempo las asociaciones de padres y las ligas morales.
Pero no se agotaba en nada más que eso. Era –es– su poesía natural como sus personajes, de conmovedora compasión por el hombre de la calle, su íntimo reconocimiento en él. Su desdén por la fama, su humor negro en torno a la corrección y su desprecio por el juicio de las mayorías gritonas.
No hay más honestidad que la felicidad; la puta, la rapada, el carnicero, el ladrón, el cornudo, la burguesa Penélope, el atorrante, la celosa, los amigotes, el mocoso, el muerto de hambre, el delatado, el boludo, el ladrón de manzanas, todos al amparo de la tormenta, aunque ya empapados, bajo el paraguas sencillo de la poesía de Georges Brassens, hombre libre, valiente y auténtico; amante de los gatos, las canciones con rima en culo que hacían reir a los amigos, los árboles, poeta.
Me parece buen momento para tomarme un rato, algo parecido a un recreo. Un respirón.
Les dejo este bonito y sencillo video, de una popular canción de Georges Brassens.
Brassens fue bastante conocido en Argentina durante los sesenta y setenta. Incluso todavía hoy sus canciones alegran fogones y guitarreadas, pero ahora más bien en calidad de anónimo, aunque cada tanto algún artista versiona sus canciones y reconoce el autor. Por otro lado ¿qué más puede esperar un músico popular que pasar a ser anónimo?
Aunque se escuchaba en casa cuando era chico, recién cuando fui mayor empecé a notar su profundidad poética resuelta con palabras simples, su tocante sencillez al cantar la vida del hombre común, de los que dan de morfar en los comedores, de los desamparados, de los que trabajan en la calle.
"Canta a todo lo que es asqueroso y repugnante", se quejaban en su tiempo las asociaciones de padres y las ligas morales.
Pero no se agotaba en nada más que eso. Era –es– su poesía natural como sus personajes, de conmovedora compasión por el hombre de la calle, su íntimo reconocimiento en él. Su desdén por la fama, su humor negro en torno a la corrección y su desprecio por el juicio de las mayorías gritonas.
No hay más honestidad que la felicidad; la puta, la rapada, el carnicero, el ladrón, el cornudo, la burguesa Penélope, el atorrante, la celosa, los amigotes, el mocoso, el muerto de hambre, el delatado, el boludo, el ladrón de manzanas, todos al amparo de la tormenta, aunque ya empapados, bajo el paraguas sencillo de la poesía de Georges Brassens, hombre libre, valiente y auténtico; amante de los gatos, las canciones con rima en culo que hacían reir a los amigos, los árboles, poeta.