¿Es una amenaza o una advertencia?

Me encanta esa respuesta.
No sé si era de John Wayne o de Vic Morrow en vaya a saber qué western.
Sí me acuerdo, en cambio, que debe decirse –es imperativo que así sea– mirando de costado, y levemente girada la cabeza hacia abajo, como un compadrito.
A mi me gusta decir alvertencia, como el perro Alvertido de Don Segundo Sombra.
Pero eso es otra historia.
Hace años, cuando parece que todavía importaba cuidar a los chicos, para unos manuales de Editorial Santillana, resolví entre otras un grupo de ilustraciones cuyo tema podría resumir en convivencia, derechos y sociedad. Confieso que así como disfruto de los veleros (prometo dejar pasar un tiempo antes de volver a mencionar el tema) y relatos marineros, abomino de las motos y de cualquier índole de la variopinta constelación de los ángeles del infierno.
No voy a decir por eso que disfruté haciendo esta ilustración. Siempre disfruto el dibujo. Simplemente, me gusta dibujar.
Y recuerda lo ya dicho, joven amante de la velocidad, el ruido y las ojotas, nunca salgas sin casco.

¿Se nota que perdió una muela?



Barcos, barcos y perros

Como voy percibiendo que esto toma un cariz exclusivamente naviero, con la idea de empezar a abandonar el tema voy a subir un simple dibujo de mi viejo perrote, Marx, hecho hace algunos años en Madrid para ilustrar una carta a mi ahijada Catalina.
Hace tiempo que Marx no husmea más en el jardín, ni roba con insultante desenfado en la basura de los vecinos o se hincha el hocico contra las espinas (como el ruiseñor suicida ese de Oscar Wilde) de los rosales de mi Vieja, y está, como diría Homero Simpson, en el cielo de los perros husmeando en el trasero de otros perros...
Pero fue un gran compañero, y pasados los añares todavía extraño, echo de menos, al grandulón, buenazo, inocente de mi perro.