AYOHUMA
A Carlos Vega Belgrano.
Esas músicas que están
Resonando de tal suerte,
Son la voz perenne y fuerte
Del clarín de Tucumán;
Y aquellas que al aire van
Veloces, rumbo a la gloria,
Son el eco que en la historia
Nos conmueve y nos exalta,
De las campanas de Salta
Que están gritando: ¡victoria!
¡Belgrano! ¡Libertador!
¡Nuestro primer ciudadano!
¿Quién dice Manuel Belgrano
Sin que se sienta mejor?...
Pudo el destino traidor
Que a tanta virtud abruma,
Arrojar la densa bruma
De Vicapugio a tu frente,
Y basta hundirte en la inclemente
Noche inmensa de Ayohuma;
Pero no pudo, en su afán,
Dejar muda la voz alta
De las campanas de Salta,
Del clarín de TucumÁn...
Y allá suenan, allá van
Veloces, rumbo a la gloria,
Desbordando de la historia
Sobre el Andes, sobre el llano.
Diciendo a todos: ¡Belgrano!
Clamando a gritos: ¡victoria!
Voz que alienta, himno que suma
Nuestras glorias, y aún dormidos
Oyen los muertos queridos
De la pampa de Ayohuma;
Voz que animadas exhuma
Y entrega a nuestras visiones
Aquellas santas legiones
De la patria y su bandera.
En cuyo sol reverbera
Siempre fuego de cañones.
¡Ayohuma!¡Ingrato día
En que, rasgada la entraña,
Sola, en áspera montaña,
La dulce patria moría!
Exangüe ya, se batía
Por las Áridas mesetas,
Y las columnas inquietas
Del ejército español
La envolvían, bajo el sol.
En chispear de bayonetas.
Tras la carga resistida.
Su misma sangre pisando,
Iba la Patria arrojando
A borbotones la vida.
Zelaya, suelta la brida,
Con sus jinetes se avanza,
Y a limpio bote de lanza
Hace en las filas reales
Callar las dianas triunfales,
Rugir la adusta venganza.
Superi rueda al abismo
Y los infantes de Cano;
Solo atraviesa aquel llano.
Solo, confiado en sí mismo.
El que en su heroico idealismo
Se goza hendiendo leones.
El que no cuenta legiones
Y es personal en la lid:
¡Solo se va La Madrid
A acuchillar los cañones!
Mas ¡ay! en vano irradiaron
Luz esplendente sus hechos:
En pelotones, deshechos,
De cuesta en cuesta rodaron.
Pero en Zelaya vibraron...
Los arrebatos postreros:
Vuelve Á trepar los senderos
Que el español desaloja,
Y a contenerlo se arroja
Con su turbión de lanceros...
En la profunda quebrada,
Al pie del cerra vecino,
Suena el clarín argentino
Tocando inmensa llamada.
Sereno el pecho, la espada
A mal guardar, la visera
Alta en la frente guerrera,
Marcial y firme la planta,
Manuel Belgrano levanta
Con muda fe su bandera.
Al gran clamor obedientes.
Van los dispersos llegando,
Unos, bravíos, alzando
Las armas resplandecientes;
Aquellos mustios, dolientes.
Llenos de afán y sonrojos;
Otros, más que hombres, despojos;
Que, arrastrando su desmayo.
En la bandera de Mayo
Ponen el alma y los ojos.
Firmes, en cuatro formaron,
Y, a un breve toque marcial.
Se arrodilló el general...
Y todos se arrodillaron.
Como en Tucumán, alzaron
La oración que el alma exhala,
Y que fué, tendida el ala,
Hacia las místicas redes
De la Virgen de Mercedes,
Su radiante Generala.
Del cuadro, en fúnebre son,
Se difunde en ese instante
Un hervor de agonizante
Que estremece el corazón.
Perturbando la oración,
Jura, impío, un veterano,
Otro al hijo llama en vano,
Aquél se alza a una descarga,
Y, delirando: “¡A la carga!”
Rueda a los pies de Belgrano.
Un silencio va cundiendo
Grave, triste, religioso.
Que a veces rompe, rabioso.
De un fusilazo el estruendo.
Suelta el sol, que está muriendo.
Su corona rota al mar,
Y se oye al lejos sonar
Como estertor de aquel día,
Vagarosa melodía
Que va llorando al pasar...
1892
Rafael Obligado